Veréis, conocí a en una ocasión a una niña
que poseía una gran imaginación. Por las calles empedradas siempre caminaba,
viendo en uno y otro lado cosas fantaseadas. ¡Aquí un hada, allí un dragón, al
final del camino un príncipe vestido de blasón! Ella era feliz viviendo así,
leyendo por las noches y soñando por el día, viendo despierta las maravillas de
sus historias preferidas. De la realidad poco le interesaba, disfrutaba mucho
más de su verdad inventada.