Lentamente se acercó al cuerpo
inerte que en el suelo yacía sin vida y sin mente. Se agachó junto a él e
introduciendo sus blancos y finos dedos en el pecho, arrancó el corazón
sangrante, negro como el carbón. Lo acercó lentamente hacia su rostro, pero a mitad
de camino lanzó una oscura mirada a la faz, otrora liviana y hermosa, de la
bruja odiosa que durante años había enturbiado su dulce infancia.