- Cuéntame el final.
- ¿El final? ¿El final de qué?
- ¿El final? ¿El final de qué?
- El final de la historia, por supuesto.
El anciano miró a la cara alzada
de la niña que se llenaba de impaciencia y resolución por momentos. Soltó una
carcajada:
- Hombre, para contarte el final tendré que empezar
por el principio ¿no te parece?
La niña quedó pensativa durante
un momento y entonces se decidió.
- Muy bien. Cuéntame, pues, toda la historia.