viernes, 24 de abril de 2015

Una noche de lo más fantástica

'Acercaos despacito, poneros cómodos amorcitos, que os voy a contar una historia en voz baja y con ritmo. Más pegaditos, más pegaditos. ¿Preparados? Pues allá vamos. Uy casi se me olvida. Antes de empezar habéis de saber, que este mundo guarda muchos más seres de los que podéis ver e incluso creer'.


“Lo dejo. Seguro que lo dejo. ¡Hoy! ¡No! Mañana, mañana. Bueno… casi mejor que espero a final de mes” y así continuaba ella con sus divagaciones. Andaba por la calle muy apurada, pensando en qué momento su vida había dejado de ser un sueño, para caer en la dura realidad. Ah sí, ya se acordaba. Fue el mismo instante en el que se graduó en la Universidad. Qué felices recuerdos aquellos, llenos de, reitero, felicidad, unicornios y purpurina… ¡Puaj! Ese era precisamente el momento que había desencadenado el ahora, lleno de nubes, lluvia y charcos embarrados. Y es que el ahora estaba dominado por un aburridísimo trabajo de secretaria en una gran empresa. Y cuando digo grande, significa GRANDE. Muchos clientes, mucho trabajo, mucho trajeado… en fin, mucho dinero (aunque he de puntualizar que el sueldo, a ella, para poco le llegaba. Vivir, más que nada). Ais, suspiraba la secretaria, (por cierto, de nombre Natalia) por aquellos días de su juventud en que deseaba echarse una mochila al hombro y recorrer las infranqueables junglas del Amazonas, los desiertos del Sahara, las sabanas del África e incluso los hielos del alto, alto Himalaya. Nada, en nada, se había quedado todo aquello. Siempre alguna excusa de última hora le impedía cumplir su destino. Porque ella, en su fuero interno, lo que más deseaba, era enseñar todo aquello que la deslumbrada a los que, por su cuenta, no tenían lo que más necesitaban. Necesitados, eso era lo que ella quería, ayudarles a salir de su necesidad.

'Como narradora de esta historia me siento obligada a puntualizar que al otro lado del mundo tampoco hay que emigrar, si tu destino es, a los necesitados, ayudar. ¿Verdad?'

Bueno, continuemos con la historia. Andaba ella con la imagen de sí misma como heroína, con capa incluida, cuando, de repente, el destino, por fin, hizo su aparición. Un niño distraído que con descuido, se adentraba en la carretera en busca de su balón. ¡Oh, Dios mío! No había tiempo para pensar, solo para actuar. Así que Natalia corrió con todo su esfuerzo y resistencia (no mucha, dada su sedentariedad y su estancia en la ciudad). Pero bueno el intento es lo que cuenta. Cuando ya estaba resoplando de cansancio, con un último aliento, saltó, empujando al niño y alejándole del peligro. Hay que decir que tuvo mala suerte porque en el minuto que había tardado en llegar, ningún coche había hecho la vida del niño peligrar. Pero cuando ella saltó un coche va, y le atropelló. Vaya por Dios.

'Vamos, querido lector ¿a qué esa cara? No lo tomes tan a la desesperada, que claramente esta historia no va a acabar con nuestra protagonista accidentada'.

Estrellitas por doquier, de lo más brillantes, aquí y allí e incluso en el adoquín. Y de repente una voz “¿Está bien señorita? ¿Me oye?” Finalmente la susodicha señorita focalizó su atención y lo primero que vio fue un ángel, con alas negras como el carbón y ojos en los que se leía una extraña y salvaje emoción. “¡Oh, my God!” (Sí amigos, tan extasiada estaba que hasta en inglés le dio por pensar. Así que imaginaos cómo el supuesto ángel debía estar). Vale, tenía que contestar con algo fabuloso e inteligente. Estaba a punto de hablar. Abrió la boca. ¡Allí iba, allí iba! “¡Oh!” Suspiró. Y cayó desmayada, sin parecer muy interesada. Simplemente fue consciente de una sensación, como si volara.

'Treinta minutos hubieron de pasar hasta que nuestra querida Natalia de su sueño logró despertar. “¿Qué más?” ¡Oh, impacientes! No os apresuréis de forma tan demente, que ahora continúo con la historia pacientemente'.

“¡Que suave nube de algodón! ¡Qué agustito durmiendo un poquito! No me quiero levantar… ¡Al cuerno con el trabajar!” Con estos casi pareados soñaba la susodicha, preguntándose de vez en cuándo por qué aquella cama era mucho más suave que su acostumbrado sofá-cama. Estos devaneos poco le duraban, y continuaba durmiendo en el confortable nido de mantas. Hasta que finalmente le dio por abrir los ojos. ¡Ala! ¿Pero adónde vas? Como un relámpago salió corriendo hasta casi salir del salón. Ya en la puerta paró, más que nada porque la curiosidad hizo su aparición. Dándose la vuelta se percató de lo que acababa de abandonar: un palacio de dosel, hecho de colchón de plumas, sábanas de seda, y colcha de tafetán. He de decir que era una cama de gran majestuosidad, a juego con el resto del lugar. Al lado de la cama una mesa de mármol, en frente un armario, hecho con la misma madera que el piano, a cuyo lado había un hermoso atril dorado. Paredes de rojo carmesí y techos con decoraciones de jazmín. Pero lo más deslumbrante, un gran ventanal, por el que entraba la luz de una hermosa y enorme luna llena. Natalia, cautelosa, se acercó a mirar por el cristal y lo que descubrió fue en precioso jardín primaveral. Desde luego de cuento estaba hecho aquel lugar. Ni dos veces se lo tuvo que pensar, que corriendo fue a buscar unas escaleras, que le llevaran hacia abajo, a ese espacio encantado. 

'La pobre Natalia estaba ya cansada después de estar buscando las escaleras sin tardanza. Ellas no querían aparecer, se escondían como el sol durante el atardecer. ¡Ah! Pero Natalia no cesaba, y finalmente las halló tras una puerta entornada'.

Era el jardín más hermoso que había visto en su vida, lleno a rebosar de flores de mil y un colores. Las rosas eran las más abundantes, exóticas y exuberantes. Sin embargo, más hermosas aún eran las campanitas, también conocidas como ipomoeitas, enormes flores blancas que regalan su luz a la noche cerrada. Todas ellas estaban concentradas, rodeando un pequeño estanque dominado por la estatua de un ángel. Se acercó muy sigilosamente, no queriendo romper la magia de aquel ambiente. Mmm, le resultaba familiar, esa expresión, esos ojos… ¡ejem! Ese cuerpo… ¡Y entonces Natalia se acordó de la imagen de su visión! Era él, estaba segura, el mismo ángel que la rescató después de salir tan mal parada de su heroica actuación. Espera un momento… ¿Estaría muerta? Ella se sentía bastante viva, más viva que nunca a decir verdad. Y entonces lo notó, esa presencia, justo detrás de ella. Uy, uy, uy, ¿y qué haría ahora? ¿Se daría la vuelta? ¿Se enfrentaría con su destino? Armándose de valor se volvió, y por poco no se desmayó, pues allí estaba él (otra vez) con aquellos ojos salvajes mirándola de la cabeza a los pies. El ángel se acercó con lánguida lentitud, pasos largos pero lentos, con las alas arrastrándose por el suelo. Ella no se movió, demasiado paralizada por la visión. Y entonces, cuando ya no quedaba ni medio metro de separación (y sin previo aviso) él la cogió, y la besó. ¡Oh! Fue el beso de su vida, apasionado, pero suave, con vehemencia, pero lento. Lo era todo y aun así no era suficiente… 

'Ay lector, lector deja esa ansiedad, ¿de verdad te piensas que revelaré su intimidad? ¡Jamás! Ch, ch, ch. No, hay ciertas cosas que es mejor dejarlas a la sugestión, no vaya a ser que el exceso de detalle enturbie la expresión'.

Además, la pobre Natalia se quedó con todas las ganas, porque sin más dilación despertó de su erótica ensoñación. Se encontraba en un hospital, atrapada a una camilla por tubos y máquinas… “What the hell?” (Sí, otra vez en inglés). Os lo resumiré. Tras el accidente, Natalia dejó de estar consciente y pasó la noche entera atendida por los servicios sanitarios, muy dilingentement. Un coma decían. ¿Un coma? ¿La experiencia más fantástica de su vida había sido creada por su imaginación en el transcurso de un coma? (No os alarméis, el dicho coma solo duró un día. Bueno, una noche más bien). ¡Oh vamos! ¡Qué injusticia! Enfurruñada quedó todo el día, para ella no era un consuelo eso de seguir viva. ¡Su ángel era lo que quería! Al caer la tarde, ya medio dormida, despertó de repente, por una última visita. ¡Oh venga ya! ¿De verdad? El ángel (disfrazado de paramédico, que no al revés) entró por la puerta, llevando en sus manos un ramo. ¿Adivináis de qué tipo? Os daré una pista, eran de color blanquecino. Sí, amigos, el paramédico era el hombre que le había atendido, muy solícito, cuando ella estaba despatarrada en el suelo a causa del accidente. Y luego, el resto, todo había sido su creación, ¡menuda forma de empezar una relación! El caso que el chico era muy simpático, y estuvieron conversando un buen rato. Al final él tuvo que irse, no sin antes despedirse. Pero lo mejor llegó al salir de la habitación, cuando se volvió y sin ton ni son soltó: “Yo también me lo pasé muy bien anoche”. Y así, y con un guiño, partió. ¿Queeeeeé? “Y un cuerno” pensó Natalia “esto me pasa una vez, pero dos no”. Se sacó los tubos (como pudo y muy aparatosamente) y salió corriendo en busca de su visión. Lo encontró en medio del corredor. Esta vez fue ella quien se le abalanzó y le besó con todo su ardor. Una luz blanca fue lo último que se vio, donde la extraña pareja desapareció.

'¿A qué esas caras largas? ¿No era ella al final bienaventurada? Sí, lo sé, más detalles queréis conocer, pero el caso es que no se les volvió a ver. Pero al parecer corre el rumor de que dos extraños seres el mundo han de recorrer, curando y salvando las almas de los que lo han de merecer. Él es un ángel que con sus alas grandes y oscuras protege y cuida a todas las criaturas. Ella es un hada que enseña a vivir la vida con emoción y sin desventura. Por lo que se ve antes eran humanos que tuvieron la suerte de convertirse en especies de otra natura'.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario