miércoles, 20 de mayo de 2015

Maldito balcón

Muerta sobre las baldosas del balcón, con ojos vacíos, perdidos en la eternidad. Estaba ella desparramada, olvidada por el mundo en general. Sus extremidades retorcidas en eterno descanso permanecían, con la rígida postura de la muerte maldita.
Nadie pensaría jamás en ella, nadie se acordaría de su tez oscura o de su voz cantarina. Nadie más que la niña, que llorando sostenía a su querida amiga. Aquella que tantos mensajes le traía, del mundo, de la vida, de la tristeza y alegría que veía. Pobre criatura sin ventura, asesinada sin aviso y sin mesura, envenenada por el simple hecho de ser quien era, una paloma mensajera. 

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