martes, 12 de agosto de 2014

Día 29

Aquel día vimos Panamá, la capital. Y por primera vez desde que llegamos estuvimos todo el día a nuestra bola. Desde que nos levantamos nos encontramos solas en la casa. Lo que aprovechamos para comer un abundante desayuno (quizás hasta nos pasamos un poco). Pero bueno, era necesario. Necesitábamos fuerzas para aguantar toda la jornada.
A las nueve fuimos en taxi al canal. Allí comenzaba nuestro recorrido turístico. Desde luego no se equivocan cuando dicen que es una auténtica obra de la ingeniería moderna. Os aseguro que lo es. No me imagino cómo será la ampliación cuando la terminen. Cuando llegamos aún nos dio tiempo a ver en las esclusas a los dos últimos barcos de la mañana, los que cruzan del Pacífico al Caribe. Eran un carguero y un metanero. Ambos enormes.
Una vez terminada la visita al canal que incluyó también un vídeo (de lo más poco realista) y un pequeño museíto, cogimos el City Sightseeing (el típico autobús rojo de turistas) para seguir viendo la ciudad.
La segunda parada fueron las Islas Flamenco. Se trata de tres islas junto a la capital que se hicieron con la tierra que sobraba cuando construyeron el canal. Ahora mismo son tres montículos completamente verdes, llenos de vegetación, aunque también rodeados de yates y barcos y a rebosar de tiendas, heladerías y restaurantes, todo ello para que los incansables extranjeros nos entretengamos (como si no hubiese ya suficientes cosas para hacerlo). Allí simplemente paramos para comernos un helado (ni de lejos igual de rico que los del Chiricream).
La tercera parada fue el Casco Antiguo. Allí pasamos más de cuatro horas. Había mucho que ver y muchas calles que recorrerse. Básicamente lo que visitamos fueron iglesias. Muy bonitas, todas de piedra, más parecido a lo que estamos acostumbrados a ver por aquí. Pero lo mejor fue otro museo que visitamos, en el que sí que estaba muy bien explicado, no solo el origen y la historia del canal, sino también el propio origen e historia del estado panameño. Había una planta entera dedicada solo a fotografías, ordenadas de forma cronológica, desde las primeras se hicieron hasta las más recientes. Además, incluso el mismo edificio era digno de admiración. Era como entrar en uno de esos de las películas, como “Noche en el Museo”. Con escaleras de madera y grandes cristaleras haciendo de ventanas. Precioso.
Una vez visto el museo y un par de cosas más, nos permitimos comer, también abundantemente (tacos, quesadillas y ensalada césar). Pero lo mejor es que lo hicimos a las tres de la tarde. Eso es, recuperando ya los horarios españoles, no fuese a ser que al volver nos adaptásemos mal.
Y ya la última parada fue el Cerro Ancón. El punto más alto de toda Panamá Capital. Era una colinita así que decidimos subir a pesar de las advertencias del guardia de que posiblemente llovería. No le hicimos caso y nosotras, muy seguras comenzamos el ascenso. El caso es que a los cinco minutos se puso a jarrear como si a Dios se le hubiese ocurrido regar el mundo en ese mismísimo instante. Ya estábamos caladas así que decidimos continuar hasta el final. Cuando llegamos, literalmente parecía que nos habíamos duchado. Algo por el estilo, la verdad. Eso sí, las vistas, y también la experiencia, merecieron la pena. Aunque la gracia que le hicimos al guardia cuando nos vio bajando empapadas no la mereció tanto.
Ya para entonces regresamos a casa (algo que fue bastante difícil porque no pasaba ningún taxi, y los que lo hacían o iban llenos o directamente ni paraban). Finalmente conseguimos llegar a la Ciudad del Saber, lugar donde se encontraba la casa de Carlos e Inma, que nos habían acogido.
Nos duchamos, nos preparamos y salimos a cenar con un amigo de Teresa que está trabajando en la ampliación del canal. Y notición, por fin, en dicha cena, llegamos a probar la yuca. Que rica. Me atrevería a decir que me gusta incluso más que la patata. Y así, con la tripa llena y el gusto satisfecho acabamos nuestra gran aventura por Panamá (la ciudad, que en el país aún nos quedaba un día).

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