viernes, 27 de noviembre de 2015

Otra típica historia de instituto

Os contaré la típica historia de instituto. Todos la conocéis ya, puesto que últimamente es cada vez más común (desgraciadamente) entre los jóvenes que comienzan una nueva etapa de su vida. En esta historia, que está basada en hechos reales, hay tres personajes principales a los que he decidido llamar Mario, Jorge y la profesora. 
Mario es un chico aplicado, muy trabajador y constante en el trabajo. Tiene un pequeño grupo de amigos con los que le gusta jugar a videojuegos y demás.
Es muy joven aún, y a las chicas solo las mira de reojo, puesto que aún le producen un gran sentimiento de timidez. Mario es lo que generalmente se conoce como un friki. En realidad esto no es malo, pues llega un día en el que te das cuenta de que todos somos frikis de algo, ya sea de los videojuegos, los libros o el deporte. Sin embargo en el instituto el término ‘friki’ se utiliza para designar a un grupo específico de chavales, un tanto introvertidos y que muchas veces son dados de lado por el resto. Sí, muy triste.
Jorge, por supuesto, es todo lo contrario. Es muy querido, o por lo menos mucha gente le sigue. También dicen que es gracioso, al menos si lo ves desde fuera eso parece, ya que parece que siempre tiene a su alrededor un coro de risas que se hace notar cada vez que él dice algo. Es guapo, alto, atlético y un gran deportista. También es bastante listo, o eso creeríais solo con ver cómo le tratan los profesores. Es su auténtico ojito derecho. Claramente, siempre es el centro de atención, todos se paran siempre para oír lo que tiene que decir. Lo que no se dice de él, pero que todo el mundo sabe, es que es un matón, y de los grandes. De los buenos. De los talentosos se podría decir. Ya que hace lo que le viene en gana, pero como manipula para ser querido, nadie le lleva la contraria. Ni siquiera la máxima autoridad.
Y esto nos lleva a hablar de la profesora, a la que podríamos considerar la tutora, pero que en realidad es una proyección de todo el profesorado del instituto. Intenta que sus alumnos se lleven bien, e intenta inculcarles, como todo buen profesor, no solo datos históricos o estadísticos para que se aprendan, sino también valores como la solidaridad, el amor, la empatía,  el esfuerzo o el trabajo en equipo, entre otros. Sin embargo, como cualquier persona normal siente debilidad por algunos alumnos, más que por otros. Ella no iba a ser diferente, así que, como ya os imaginaréis, su alumno preferido es Jorge.

¿Ya sabéis por donde voy?

Jorge es un matón, y como buen matón, con quien prefiere meterse es con los que, por normal habitual, están indefensos. Esto quiere decir que su objetivo preferente es el grupo de los frikis, y entre ellos tiene una extraña predilección por Mario. Ya cuatro años lleva este soportando no solo palizas, que siempre cae una de cuando en cuando, si no el más puro desprecio de este individuo que se cree superior, que en ya varias ocasiones ha conseguido que el resto del instituto le haga el vacío a Mario. ¡Todo el instituto! ¿Es qué el resto del mundo no tiene una pizca de personalidad?

Perdón, perdón, es que el tema me revienta de verdad. Pero continuemos con la historia.

Mario estaba cansado. Podéis pensar que estaría cabreado, furioso, decepcionado, incluso con ganas de vengarse (que por supuesto también). Pero sobre todo cansado. Cansado de ser considerado inferior, no lo suficientemente importante como para ser defendido. Sus amigos le querían mucho y lo sabía. Pero entendía que no quisieran entrometerse. Como cualquier persona normal no querían convertirse en el centro de una atención tan poco saludable (por describirlo de alguna manera). En casa, Mario no podía hablarlo con nadie. Con una madre atosigada por sus propios problemas (el gran problema era su marido) y el padre que era un energúmeno borracho, autoritario y cómo no, también un abusón, a Mario no le quedaba más remedio que tragarse su angustia y desesperación.
Y así estuvo durante esos primeros cuatro años de instituto, intentando lidiar con sus problemas personales a la vez que soportaba con valentía algún que otro mamporro dado por el ‘queridísimo’ Jorge. Aunque por lo general, este mantenía una completa indiferencia, provocando que el resto de personas que formaban aquel pequeño universo que era el instituto, le imitasen sin cuestionarle.
Pero ya os he dicho que Mario estaba cansado. Y esa mañana cuando Jorge se le acercó para darle la paliza que de mes en mes tocaba, Mario actuó por instinto, y le golpeó primero. Fue uno bueno, de los que te dejan atontado por unos instantes. Sin embargo Jorge se recuperó antes de lo esperado, y le dio una de las mayores tundas al chico, mientras el resto de estudiantes le vitoreaban por ello.
En eso llegó la tutora, y consiguió separarlos. Y tras soltar la típica frase de ‘la violencia solo genera más violencia’, que ya no significaba nada para ninguno de los allí presentes, preguntó quién había comenzado tamaña locura, a lo que todos, al unísono, respondieron ‘Mario’. Lo que, técnicamente, era cierto puesto que ese día, Mario sí había empezado la pelea. La profesora se volvió a él y muy estrictamente le anunció que estaba castigado, tras lo cual, se lo llevó con los pies arrastrando y la cabeza gacha, mientras le enumeraba las razones por las que no debía pegar a la gente, ni meterse con nadie, y por supuesto, menos con Jorge ‘¡con lo buen chico que es!’. En su espalda, Mario sentía las miradas de superioridad y menosprecio que Jorge y su corrillo de admiradores le dedicaban. Suspiró resignado.
Ahora miremos esta historia de nuevo pero cambiando los nombres. Imaginemos que en lugar de Mario, Jorge y la tutora, son Occidente, Siria y la ONU. ¿Adivináis quién es quién?

No hay comentarios:

Publicar un comentario