martes, 22 de enero de 2013

Una cuestión un tanto peliaguda


Hoy voy a hablar de la obra de Stephenie Meyer, The Host  o La huésped. Ciertamente he de admitir que me leí el libro porque hace poco salió el tráiler de la película que se estrena en marzo de este año. Lo vi y en un principio me pareció interesante.
Ahora digo que interesante es poco. En cuanto empecé a leerlo me quedé completamente enganchada. Lo sé, lo sé. El argumento y la disposición de los personajes son bastante semejantes al de sus best-seller de la Saga Crepúsculo. En esencia sigue siendo un triángulo amoroso en el que se ven involucrados seres humanos y seres ¿mitológicos? ¿de leyenda? En este caso dejémoslo simplemente en seres extraños.
Sí, es verdad que cambia a los hombres lobo y los vampiros por una sociedad de extraterrestres enormemente avanzados. Y sí, es verdad que el triángulo que se forma (en realidad cuarteto, si seguimos el esquema del libro) está formado solo por dos cuerpos y tres esencias.
Dejando aparte estas pequeñas nimiedades, la base es que hay tres personas y que una sobra irremediablemente. Quizás lo que si cambia es la perspectiva. En este caso ya no nos encontramos en la mente de la persona que se ve obligada a elegir entre otras dos, sino que ahora se trata de la persona que sobra irremediablemente. Si  a esto le añadimos el hecho de que la protagonista (la sobrante, por si aún no os habéis enterado) tiene un gran sentido del deber y su ética le obliga a hacer siempre las cosas bien, independientemente de que esto suponga el peligro de su propia seguridad, pues ya tenemos una mezcla explosiva.
Humanos enormemente egoístas, caprichosos, que ponen sus propios intereses por delante del de los demás, en resumen, emocionales hasta la médula, frente a alienígenas que lo único que entienden es la actuación por el bien común. Jamás harán daño deliberado a alguno de los suyos, jamás actuarán en contra de la sociedad, jamás harán nada que ponga en peligro a otros. En fin, seres racionales hasta la médula. Aunque, más que racionales, lo que les define mejor es la ética.
Una buena contraposición. Contraposición, a su vez, que explica por qué el libro comienza con la Tierra dominada por una nueva raza más avanzada, mejor, y con los humanos casi extinguidos. Al modo de ver de los recién llegados, el mundo humano es un planeta demasiado hermoso y demasiado lleno de vida como para que se lo merezcan unos seres que no hacen otra cosa que destruirlo u destruirse a sí mismos.
De manera que plantea una cuestión un tanto peliaguda. Las almas, como las llaman en el propio libro, reclaman la Tierra porque consideran que los humanos no están preparados ni deben tener el privilegio de disfrutarla (para el caso, y como han demostrado, tampoco sabrían cómo hacerlo).  Los hombres argumentan que las almas son parásitos, que viven de sus cuerpos y que justifican su existencia a base de la extinción de la de otros.
¿Quién, pues, se merece más gozar de las pasiones humanas y de los regalos que nos ofrece el mundo?

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