miércoles, 23 de julio de 2014

Día 20

En el Paraíso, como siempre y como parece indicar su nombre, todo fueron juegos y diversión. Aunque esto, que ya es típico, se ensombreció cuando Kelly volvió de una de las muchas carreras con la camisa llena de tierra. Cabizbaja se sentó y ya no quiso levantarse para seguir jugando. No iba a dejarla allí sin más. Así que me acerqué para convencerla de que siguiera participando. Le dije que era una manchita de nada, que eso se quitaba rápido.
A lo que ella me contestó “si voy manchada mi madre de pega”. Y así me quedé, sin saber qué contestarle. No iba a decirle que no se preocupara, que eso no iba a pasar, porque seguramente su vaticinio se iba a hacer realidad.
No me había dado cuenta hasta ese momento que, a pesar de ser niños de lo más alegres y dicharacheros, viven una infancia bien diferente a la nuestra. Y se trata de una infancia que no es precisamente fácil.
En el “Sedán” lo de siempre. Les organizamos un juego, que en este caso, a diferencia de otras tardes, tuvo bastante éxito. La base era simplemente dibujar. La dificultad, que debían hacerlo con los ojos cerrados. Cosas tan sencillas como una casa, un árbol, nubes y flores se convertían o bien en un borratajo o bien en una auténtica obra de arte moderno.
Pero a pesar de nuestro afán por entretener a los ancianitos durante esas horas muertas, lo cierto es que en los últimos días, más que hacer todo tipo de actividades, lo que prefieren es conversar con nosotras y simplemente que les hagamos compañía. Al final lo que más valoran es alguien que les escuche.
Terminado el “Sedán”, como siempre, les llevamos a cada uno de ellos a su casa. ¡Ay, pero que odisea! Elvin no estaba y nos había dejado en las manos, no tan seguras, de Juan, otro empleado de la Fundación. Iba como si nos persiguiese una manada de lobos. Y encima se distraía y veías como el autobús giraba ligeramente hacia la derecha (no es por parecer egocéntrica o presuntuosa, pero nosotras estábamos a la derecha, no sé yo con qué se distraería…). Teresa y yo nos mirábamos como diciendo, “encantada de haberte conocido”.
Por gracia divina fuimos capaces de dejar a todos y nosotras de llegar sanas y salvas a la fundación. Tuvimos el tiempo justo para ducharnos y salir hacia el barrio de Silimín, donde celebraban el día de su patrona, La Virgen del Carmen. Fue un día de misa y procesión (y finalmente cena, arroz con pollo), al que acudimos por sociabilizarnos con el resto del mundo, pero lo cierto es que nos divertimos muchísimo. Sobre todo con los niños, que son unos cachondos. “ay jajaj”… “os contamos un secreto, pero tenéis que prometer que no se lo diréis a nadie”… “a Oliver le gustáis”. Dos aclaraciones. Primera: para que lo escrito en la línea anterior tenga gracia hay que imaginárselo con voz de falsete. Segunda: aún no tenemos ni idea de quién es Oliver. 

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