El aparato iba pasando de manos en manos, y nosotras lo veíamos con el corazón en la garganta. Pero finalmente conseguimos el propósito por el que habíamos llevado la máquina ese día, que era hacernos una foto con toda la clase a la vez. Desgraciadamente faltaban Rigo y Kelly, que estaban enfermos, y Jonathan, que ese día había decidido, simplemente, no aparecer.
Esa jornada era el turno de Helda para dejarnos estupefactas. Estábamos ya haciendo los equipos para jugar al fútbol
cuando viene y me dice que su hermana Rosa no puede jugar. No es porque
estuviese mal de salud o porque fuese la más pequeña, nada de eso. El caso es
que si Rosa vuelve con cualquier rasguño de la escuela, la que recibe la paliza
es Helda, por ser la mayor. Y así me quedé, completamente planchada, como
cuando Kelly se enfadó por mancharse. Con ese peligro normal que se preocupen
por regresar inmaculados a casa…
El “Sedán” ese lunes fue de descanso. Les
habíamos vuelto a llevar el Bingo, pero lo cierto es que ni los ancianos tenían
ganas de hacer nada. Y así fue como todos nos vimos sentados en el porche, en
el fresco de la tarde lluviosa, haciendo una fila, cada uno a lo suyo y la
mayoría leyendo el periódico o la revista de turno. Nada del otro mundo.
El esfuerzo, sin embargo, mereció la pena,
porque aunque claramente las tortillas no nos quedaron tan ricas como habrían
quedado de hacerlas nuestras madres, por lo menos estaban sabrosas y comibles,
más que suficiente para realizar un acercamiento al gran manjar culinario
español que es la tortilla de patata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario