jueves, 24 de julio de 2014

Día 22

Si el jueves fue la fiesta del niño en la Comarca, el viernes lo fue en Las Lajas. Así que allí nos dirigimos para ver la celebración. Estos tuvieron más suerte, porque un sol radiante brillaba ese día en el cielo. Todos los niños iban disfrazados, principalmente de vaqueros. Sin embargo, los más pequeños (lo niños kínder, como aquí los llaman) parece que tenían más libertad para elegir los trajes. Allí vimos princesas, brujitas, hadas…
Sin embargo hay algo que no nos gustó de esa jornada. En Panamá tienen por costumbre elegir reinas de los distintos cursos. Y ese día paseaban por el pueblo a la afortunada elegida y a las candidatas. Las subían en coches y ellas saludaban desde allí. La cosa ya está mal en sí misma, pero lo peor fue cuando vimos a una niña de apenas cinco años vestida como esas despampanantes chicas del carnaval brasileño, que se caracterizan, precisamente, por llevar poquísima ropa. Aquí, fomentando desde la más tierna infancia eso de la mujer-objeto. Luego se preguntarán por qué hay tanta chica embarazada a los dieciséis y tantos abandonos.
El resto de la mañana se basó principalmente en comer y participar de distintos juegos. Tanto Teresa como yo conseguimos hacernos una foto con los “pasotas” y “rebeldes” de nuestras respectivas clases. Hasta Ian se hizo una conmigo. Además, casi por azar, me enteré de que les parecía muy buena “teacher” y muy “pretty”. Todo gracias a Teresa, quien es muy buena sonsacando información. Bueno, por lo menos así me da la sensación de que lo que hacemos sirve para algo, para divertirles.
En el “Sedán” fue un día tranquilo. Se van notando las semanas y eso de dormir cada día menos. De tal manera que cuando llegan las doce, la hora de hacer la visita de rigor a los adultos mayores, estamos tan cansadas que nos movemos nosotras menos que ellos. Eso de que la juventud es cada vez menos activa debe de ser verdad, porque algunos de nuestros ancianos tienen mucha más vitalidad.
Lo mejor ya fue por la tarde. Ese día tocaba ¡CIRCO! Era a las siete en Las Lajas y allí fuimos de cabeza. Lo mejor también en este caso fue que fuimos solas, y solas tuvimos que sacarnos las castañas del fuego. La ida fue fácil, pasaban muchos taxis. La vuelta fue más complicada, no pasaba ni uno. Aunque al final conseguimos regresar sanas y salvas y lo cierto es que el rato de desamparo que vivimos valió la pena. Fue un espectáculo genial, todo basado en bicis. Desde la más pequeña del mundo hasta la más grande habían venido a parar a Panamá. Todo el circo lo montaban dos personas, un brasileño de lo más vivaracho y su hijo. Consiguió mantener la atención del público incluso en un momento crucial cuando se fue la luz en el pueblo. Nota importante, yo fui uno de los puntos con los que consiguió mantener dicha atención. Básicamente se dedicó a darme una vuelta en su moto por la cancha. Desde el primer momento se había fijado en nosotras, ya sabíamos que alguna de las dos acabaría en el escenario. Dos blanquitas entre un mar de gente cuanto menos morena, desde luego que son carne de cañón. 

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