viernes, 4 de julio de 2014

Día 5

En serio, no tenemos ni la menor idea de lo que significa ser pobre. Lo digo porque aquí sí que hemos visto la auténtica pobreza. Es verdad que en los días anteriores habíamos conocido a personas que viven mejor o peor, casas que eran buenas, otras que parecía que se caían y en general una forma de vida que según nuestros estándares o forma de pensar consideraríamos por debajo de nuestro nivel de vida.
Pero hoy no solo hemos visto la puerta o la apariencia de la pobreza, sino que la hemos visto en sí misma. Hemos conocido a las personas que habitan esas casas que “se caen a pedazos” que en nuestro primer mundo derrumbarían por considerarse un peligro. Sin embargo para estas personas son sus hogares, muchas veces el único que tienen, a pesar de que aquí tienen una gran opinión del concepto de la familia.

Sin embargo en este caso, como una foto vale más que mil palabras aquí os dejo todas estas.

El nombre de este niño es Edwin. Su casa está justo al lado de la carretera. Hace como un año, jugando, salió corriendo y se lo llevó por delante un autobús. Desde entonces está prácticamente tetrapléjico. Respira a través de una traqueotomía y se alimenta con una sonda. La imagen con la que nos topamos al entrar en su cuarto es, por decirlo de alguna manera, tremenda. Le cuida su familia y muy especialmente su madre. Y son precisamente estos cuidados los que han permitido a Edwin sobrevivir estos meses. Dentro de una casa que muy lejanamente se puede considerar como tal, le tienen en la mejor de las habitaciones, en la que incluso había un aparato de aire acondicionado (resulta raro encontrarse este tipo de objetos en una casa donde la cocina es apenas una mesa de madera y donde para conseguir agua tienen que salir al patio). Ocupa la cama más grande para que pueda estar cómodo y tienen el gotero sobre él colgando del techo. El proceso que podría darle a Edwin y a su familia una pizca de justicia está estancado y por lo que parece, el conductor del autobús tiene todas las de ganar e irse de rositas.


Esta es María Zapata. Hace ya varios años que vive sola, desde que se murió su marido. Tendrá algo más de los noventa años, pero lo cierto es que nadie lo sabe, ni ella misma. Para empezar no sabe ni leer, ni escribir. Pero es que además ni siquiera está en el censo. Oficialmente esta mujer ni existe. Vive en una pequeña chabola hecha de madera en la que, si lo entendimos bien, las camas consisten simplemente en armazones de madera (y ya está). Y yo que me quejo cada mañana porque me duele la espalda por tener un colchón demasiado duro.

Lucho Pinzón está ciego y prácticamente no sale de su cuarto. Ciertamente el olor que sientes cuando entras en su casa lo demuestra, aunque hay que añadir
que después de un tiempo y con lo buen conversador que es, ese detalle prácticamente se te olvida. Vive de la compasión de sus hijos y familiares que son quienes se ocupan de él. Es a una de sus nueras a quien le corresponde prepararle y llevarle las comidas cada día. Por lo menos en eso tiene suerte. Aún hay alguien que se acuerda de que necesita ayuda. (la que está conversando con el Señor Pinzón es Teresa, mi compañera de experiencia).




Aquí estamos con la familia Jurado. El señor mayor es Héctor y es el padre de Magdalena y el abuelo de Joaquín. Ambos tienen síndrome de down. Magdalena es muy dicharachera y se ríe todo el rato. Además es la mar de presumida, que si foto aquí, que si foto allí. Joaquín es la persona más tímida con la que yo me haya topado. Lo que nos costó que levantara la cabeza del suelo para las fotos. Aquí la cuestión que se plantea todo el mundo es qué será de estas dos personas cuando Héctor Jurado, que se ocupa de ambos, falte. Un señor que además ya ronda los noventa. 



El que sale en esta foto es el Señor Vevis Hernández y lo que está haciendo es sacar de la tierra una planta que es muy típica de allí y se come mucho que es la yuca. Vive solo en una casita que es de una sola habitación, la cual hace las veces de cocina, dormitorio y salón. Sin embargo esto no impidió que se comportara como un auténtico anfitrión, invitándonos a pasar para comentar el partido de fútbol que estaba teniendo lugar entre Suiza y Argentina. Además la yuca que se ve que está cosechando fue un regalo expreso para nosotras, cuando le dijimos que nunca la habíamos probado. Desde luego, lo que es encomiable de estas gentes es que por poco que tengan siempre lo comparten. Este hombre, por ejemplo, vive a base del consumo y la venta de sus pequeños cultivos.


Johelys, de apenas seis años, ha pasado el último de años enferma, visitando médicos y hospitales para intentar encontrar a alguien que le dijese qué era lo que le pasaba. Tenía una enfermedad en la sangre, algo que ella denomina simplemente como una bacteria, pero lo cierto es que se llegó a pensar que podría ser leucemia. Ahora parece que se recupera poco a poco y ella lo único que desea es ir a la escuela todos los días de la semana, incluso cuando hay fiesta. Esto sí, cuando se le pregunta quién es aquel que la ha curado, ella simplemente contesta: “Dios”. Desde luego tal recuperación parece cosa de un milagro.

Hay muchas otras historias, y de ese día tenemos una buena colección. Yo aquí solo he escrito las que me parecieron más impactantes. 

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