En serio, no tenemos ni la menor idea de lo
que significa ser pobre. Lo digo porque aquí sí que hemos visto la auténtica
pobreza. Es verdad que en los días anteriores habíamos conocido a personas que
viven mejor o peor, casas que eran buenas, otras que parecía que se caían y en
general una forma de vida que según nuestros estándares o forma de pensar
consideraríamos por debajo de nuestro nivel de vida.
Pero hoy no solo hemos visto la puerta o la
apariencia de la pobreza, sino que la hemos visto en sí misma. Hemos conocido a
las personas que habitan esas casas que “se caen a pedazos” que en nuestro
primer mundo derrumbarían por considerarse un peligro. Sin embargo para estas
personas son sus hogares, muchas veces el único que tienen, a pesar de que aquí
tienen una gran opinión del concepto de la familia.
Sin embargo en este caso, como una foto vale
más que mil palabras aquí os dejo todas estas.
El
nombre de este niño es Edwin. Su casa está justo al lado de la carretera. Hace
como un año, jugando, salió corriendo y se lo llevó por delante un autobús.
Desde entonces está prácticamente tetrapléjico. Respira a través de una
traqueotomía y se alimenta con una sonda. La imagen con la que nos topamos al
entrar en su cuarto es, por decirlo de alguna manera, tremenda. Le cuida su
familia y muy especialmente su madre. Y son precisamente estos cuidados los que
han permitido a Edwin sobrevivir estos meses. Dentro de una casa que muy
lejanamente se puede considerar como tal, le tienen en la mejor de las
habitaciones, en la que incluso había un aparato de aire acondicionado (resulta
raro encontrarse este tipo de objetos en una casa donde la cocina es apenas una
mesa de madera y donde para conseguir agua tienen que salir al patio). Ocupa la
cama más grande para que pueda estar cómodo y tienen el gotero sobre él
colgando del techo. El proceso que podría darle a Edwin y a su familia una
pizca de justicia está estancado y por lo que parece, el conductor del autobús
tiene todas las de ganar e irse de rositas.
Esta es María Zapata. Hace ya varios años que
vive sola, desde que se murió su marido. Tendrá algo más de los noventa años,
pero lo cierto es que nadie lo sabe, ni ella misma. Para empezar no sabe ni
leer, ni escribir. Pero es que además ni siquiera está en el censo. Oficialmente
esta mujer ni existe. Vive en una pequeña chabola hecha de madera en la que, si
lo entendimos bien, las camas consisten simplemente en armazones de madera (y
ya está). Y yo que me quejo cada mañana porque me duele la espalda por tener un
colchón demasiado duro.
Lucho Pinzón está ciego y prácticamente no
sale de su cuarto. Ciertamente el olor que sientes cuando entras en su casa lo
demuestra, aunque hay que añadir
que después de un tiempo y con lo buen
conversador que es, ese detalle prácticamente se te olvida. Vive de la compasión
de sus hijos y familiares que son quienes se ocupan de él. Es a una de sus
nueras a quien le corresponde prepararle y llevarle las comidas cada día. Por
lo menos en eso tiene suerte. Aún hay alguien que se acuerda de que necesita
ayuda. (la que está conversando con el Señor Pinzón es Teresa, mi compañera de
experiencia).
Aquí estamos con la familia Jurado. El señor
mayor es Héctor y es el padre de Magdalena y el abuelo de Joaquín. Ambos tienen
síndrome de down. Magdalena es muy dicharachera y se ríe todo el rato. Además
es la mar de presumida, que si foto aquí, que si foto allí. Joaquín es la
persona más tímida con la que yo me haya topado. Lo que nos costó que levantara
la cabeza del suelo para las fotos. Aquí la cuestión que se plantea todo el
mundo es qué será de estas dos personas cuando Héctor Jurado, que se ocupa de
ambos, falte. Un señor que además ya ronda los noventa.
El que sale en esta foto es el Señor Vevis
Hernández y lo que está haciendo es sacar de la tierra una planta que es muy
típica de allí y se come mucho que es la yuca. Vive solo en una casita que es
de una sola habitación, la cual hace las veces de cocina, dormitorio y salón.
Sin embargo esto no impidió que se comportara como un auténtico anfitrión,
invitándonos a pasar para comentar el partido de fútbol que estaba teniendo
lugar entre Suiza y Argentina. Además la yuca que se ve que está cosechando fue
un regalo expreso para nosotras, cuando le dijimos que nunca la habíamos
probado. Desde luego, lo que es encomiable de estas gentes es que por poco que
tengan siempre lo comparten. Este hombre, por ejemplo, vive a base del consumo
y la venta de sus pequeños cultivos.
Johelys, de apenas seis años, ha pasado el
último de años enferma, visitando médicos y hospitales para intentar encontrar
a alguien que le dijese qué era lo que le pasaba. Tenía una enfermedad en la
sangre, algo que ella denomina simplemente como una bacteria, pero lo cierto es
que se llegó a pensar que podría ser leucemia. Ahora parece que se recupera
poco a poco y ella lo único que desea es ir a la escuela todos los días de la
semana, incluso cuando hay fiesta. Esto sí, cuando se le pregunta quién es aquel
que la ha curado, ella simplemente contesta: “Dios”. Desde luego tal
recuperación parece cosa de un milagro.
Hay muchas otras historias, y de ese día
tenemos una buena colección. Yo aquí solo he escrito las que me parecieron más
impactantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario