viernes, 4 de julio de 2014

Día 6

Fue un día tranquilo. Simplemente nos tocó ir al “Sedán” a acompañar a los ancianos desde por la mañana a las 8 hasta las 3-4 de la tarde. Aunque es verdad que Teresa me dejó sola ante el peligro cuando tuvo que acompañar a uno de los ancianos, el señor Sergio, que es ciego, a misa, porque como ya saben los panameños son muy religiosos.
Eso sí, después de todo el día nos dio tiempo para conocerlos y coger más confianza con ellos. Hasta tal punto es así, que ahora mismo estamos convencidas de que les gustamos bastante y de que nos echan en falta por las mañanas, cuando nosotras estamos en las escuelas. A ese cariño rápido el Padre Julián lo denomina el típico comportamiento tropical. Y la verdad que parece una regla en estas gentes.
También hay que decir que cada uno de ellos tiene unas cosas, cada cual más graciosas y entrañables que el anterior. La señora Laura es un as al dominó (aunque ella dice que es suerte), está siempre hablando, gritando y sonriendo (incluso a veces le da por hablar en inglés para sí misma). El señor Sergio es toda una autoridad en las historias de antaño y en la sabiduría popular. Los señores Pedro y Domingo son bastante tímidos al principio, pero solo hay que hablarles un poco para que cojan confianza. Dorita, la pequeña Dorita, no medirá más de un metro, tampoco oye muy bien, pero es la más adorable y graciosa del grupo. Tiene como compañera en su casa a una vaca, con la que Elvin, el conductor del autobús que siempre nos lleva y nos trae, le toma el pelo. Además siempre anda por ahí con su bolsa llena de telas, porque es una gran costurera, y por lo que he oído, ahora está haciendo una colcha o una sábana…
Así podría seguir con cada uno de ellos. Pero ya saben lo que se suele decir, “una persona, un mundo”. Y la verdad es que quien inventase esa expresión, tenía toda la razón. 

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